jueves, 15 de enero de 2015

La dictadura de la apariencia.

Tengo 16 años. Soy adolescente. Paso mi tiempo muerto entre amigas. Voy todos los días al instituto. Me maquillo. Se podría decir que simplemente vivo una vida normal de adolescente, aunque haya mucho más detrás. Desamor. Poca autoestima. Incomprensión. Vulnerabilidad. Y todo puede empeorar cada vez más; empeora cada vez más. Nos pintan la adolescencia como el mejor tiempo de nuestras vidas y sí, no nos mienten del todo pero, ¿qué hay de lo malo? Cada persona tiene una particular palabra con la que describirá su adolescencia en cuestión de años. Puede ser desde inmejorable hasta angustiosa. Al pensar la mía sólo me viene a la mente la palabra lucha. ¿Lucha por qué? Porque no soy lo que la juventud actual dicta y, junto a mi débil mente aún sin desarrollar al completo, eso es dañino. No tendría que serlo, pero desgraciadamente es así. En la etiqueta de mi pantalón no vive el número 34. Mis camisetas no son una XS. Mi sujetador es ligeramente más pequeño de lo que "debería ser". Podría numerar mil cosas más que no cumplo pero quisiera centrarme en ésto en este específico mensaje. E incluso todo ésto empezó antes de lo que debía.

Desde pequeña he tenido que seguir a rajatabla el "que no comer" y el "es importante que nadie te vea desmejorada". Con 8 años. Lo último que me tendría que haber preocupado a mis 8 años era el cómo me quedaba una falda o un jersey. No solo me lo inculcaban, también se me ridiculizaba; como si así fuera a aprender la lección todavía más rápido. ¿Por qué una niña, sin maldad en su cuerpo, tiene que pasar por eso? ¿Por qué tuve que pasar por eso? El saber que la contestación a esa pregunta es mi peso logra humedecerme los ojos. Yo ni siquiera sabía que era una caloría o cómo se numeraban las tallas. Es triste recordar tu infancia como una lucha continua, es como si no hubiera tenido una. Pero no acabo ahí.

En mi más temprana adolescencia todo empeoró. Parece difícil de creer pero así fue. Un nuevo instituto, nueva gente que te rodea; lo que es un mundo nuevo cuando tienes 12 años. A esa edad era todavía más consciente de que no encajaba y que no iba a poder encajar. No creía tener el físico ni la fuerza para hacerlo. Las burlas se volvieron cada vez más pesadas y llegaban incluso cuando estaba en casa, incluso de gente muy cercana a mí. Mi estabilidad habló por mí y dijo me voy. En su lugar vino los días sin comer, las horas de ejercicios continuos y los mareos. Perdí todo lo que podía quedar en mí en cuestión de tiempo. Y, ¿sabéis qué es lo que más me repugna de todo eso? No el que yo cayera enferma; el que todo el mundo me aceptara de esa forma. Todos amaban mi nueva persona aunque fuera físicamente muy fácil derribarme pues no tenía fuerza ninguna. Las tallas de mis pantalones volaron tan deprisa como un par de segundos pasan. Se podría decir que llegué a lo que todo el mundo quisiera que llegara: a la talla 36/34. Tendría que haber sido feliz si eso era lo que quería pero no lo fui. Lloraba probablemente el triple que antes. El poder haber salido de ahí es lo que todavía sigo agradeciendo.

¿Pero sabéis qué es lo que no agradezco? Que aún habiéndome obsesionado hasta un punto extremo y habiéndome recuperado de ello, todavía tienen el valor de hablar de mi físico a mis espaldas. Incluso cuando veo y escucho cómo lo hacen. No tengo una 34 como solía tenerla pero tengo una 38, talla que no debería ser considerada fuera de lo normal. Soy una adolescente con curvas, ¿qué quieren que haga con ello? Volver a matarme de hambre no está en mis planes y no quiero que lo estén aunque todavía corra por mi mente. He conseguido rodearme de buenas personas que me secan las lágrimas cada vez que este tema me las saca pero todavía no lo entiendo. ¿Cómo me puede decir la sociedad que acepte mi cuerpo y sea confidente si cada vez que voy caminando por los pasillos del instituto todos me dicen lo contrario; si cada vez que voy a una tienda el pantalón es cada vez más estrecho siendo una 38? ¿Por qué cada vez que me reflejo en un espejo insisto en no verme en él? Estoy cansada de vivir a base de dietas y de ejercicios que ni yo puedo aguantar pero todavía estoy más cansada de que me mientan de esa forma en la cara. El es bueno aceptarse a una misma y pensamos apoyar la causa ahora mismo me suena a patraña. No quiero que nadie más tenga que vivir de la misma forma en la que vivo yo. No quiero vivir así. Me acompleja salir de noche con mis amigas, por lo que suelo quedarme la mayoría de veces en casa. Me acompleja que no pueda vestirme con lo que yo quisiera vestir sólo por el cómo me verán.

Sé que hay muchísimos problemas más impactantes en el mundo que éste pero no deja de ser un problema y no sólo en mi mundo, también en el de millones de personas - adolescentes y no adolescentes - como puedes ser tú o como puede ser una persona lejana a ti. ¿Cuántas vidas dejarán de ser vividas por una obsesión que se felicita aunque sea dañina? Yo solo espero que el día en que se valore una persona por dentro, aunque suene a cliché, llegue pronto porque no me veo capaz de poder vivir mucho más de esta forma.