lunes, 20 de octubre de 2014

Sombras.

Estoy muy cansada. Pero no en el sentido de querer estirarte en la cama o en el de simplemente querer cerrar los ojos por unas horas. Cansada en el sentido de querer acabarlo todo porque hasta el alma te pesa. Sólo quiero poner los pies en el suelo una mañana y ver que ya no me supone un castigo hacerlo. ¿Es pedir demasiado que no te arrebaten nada más? Tu forma de ser, tus aspiraciones, tus canciones en constante reproducción, tu persona favorita. Todo lo que a alguien le viene a la cabeza cuando oye tu nombre.

¿También quieren todas las lágrimas que aguanto entre los párpados? No es justo tener que ver como te plagian. Simplemente no lo es y nunca me va a parecer que lo sea. Nunca estuve conforme en todo lo que era pero detesto ver como me lo quitan. Simplemente es mío, simplemente soy yo. Y es que ahora tengo miedo de quedarme hasta sin mí. Quieren mi cielo pero me empujan a mi infierno. Así, sin piedad, con sangre fría y sin una mirada atrás para ver mi caída. Sólo con el deseo de verme sin nada, con la ansia de quitármelo todo. 

Es ridículo que tenga que afrontar quedarme sin todo lo que yo formé y todo lo que soy. No vivieron lo que yo para poder quedarse mi fortaleza. No sintieron lo que yo para poder escribir mis confesiones. No sufrieron lo que yo para hoy poder ser más savia. No tuvieron que hacer nada para intentar existir como yo lo hago. Soy todo lo bebido, todo lo leído, todo lo tocado, todo lo experimentado. Soy todo lo que ha estado en mi vida. Y sin miramientos quieren arrebatármelo. 

No hay dignidad en su alma y realmente eso nunca podrán quitármelo por mucha que me rompa todo lo demás. Nunca mi sangre recorrerá por sus venas o mis sueños se proyectarán en su cabeza cada noche. Jamás podrán entender lo que es estar orgulloso de ser uno mismo. Al final de la luz se verá quien es sombra y quien elemento.

- b.m.

sábado, 11 de octubre de 2014

Distancia inútil.

Dedicado a Nu y Noe.

Siempre pensé desde un principio que no tenía mucho para darte. Incluso que tú tampoco podías darme nada. Pero hiciste que me sintiera orgullosa de equivocarme. Me lo diste todo y yo te di lo mejor de mí.

Todo empezó por un mensaje con tu nombre en clave que ni siquiera logro recordar. Ni siquiera sabías quién se escondía tras el mío y aún así quisiste aventurarte a descubrirlo. No pudiste encontrar nada más que una persona totalmente contradictoria a lo que quería aparentar. Y aún así te quedaste. Todo en mí era depresión y oscuridad, no parecía existir un rastro de luz. Me atrevo a decir que no existía hasta que entraste tú. 

No podías darme la mano pero aún así caminabas a mi lado como si nunca hubieras estado en otro lugar. La rabia te reconcomía a cada frase en la que yo podía expresar un mísero sentimiento de dolor. Llegaste a odiarme incluso cuando lloraba porque no podías abrazarme. Me enviaste centenares de mensajes sólo por hacerme olvidar todo lo que a mi alrededor me hacía recordar. A cada nueva experiencia que tomaba estabas ahí para animarme y aunque el miedo me conquistara lograbas expulsarlo. Supiste decirme qué me haría mal y qué me haría bien. Apoyaste mis sueños sin ni siquiera conocerlos. Quisiste descubrirlos y al hacerlo te enamoraste de ellos. Hiciste que creyera en todo lo que perdí la fe. Conseguiste que quisiera vivir. Me abriste nuevos horizontes en las limitaciones que me puse. Simplemente descubriste como conocerme cuando nunca antes lo había hecho. Y lo hiciste estando a 351 kilómetros de mí. Viste lo bueno y lo malo, lo correcto y lo equivocado pero nada pareció lograr que te fueras. 

Ahora te enfadas si no contesto tus mensajes a los cinco minutos o si no te envío fotos. Continúas la canción cuando escribo la primera frase. Me intentas enfadar con tontas ofensas aunque sepamos que son todo mentiras. Te sabes el nombre de todos mis amigos y de todos los que un día me hicieron daño. Has memorizado los nombres de mis cantantes favoritos. Miras los mismos programas que yo a una distancia diferente. Guardas las primeras y únicas fotos que tenemos juntas. Te ríes de mí cuando te cuento una anécdota. Te quedas despierta hasta tarde el día de mi cumpleaños para ser la primera en felicitarme. Sabes lo que voy a decir antes de que diga nada. Secas mis lágrimas sin  ni siquiera tener que mojarte las manos. Celebras cada uno de mis logros con más alegría que yo misma. Eres la primera en preguntar si estoy bien. Haces todo lo posible para intentar que olvidemos que estamos separadas actuando como si nunca lo hubiéramos estado.

En años conociéndote he podido abrazarte dos míseras veces; dos míseras veces por las que tuve esperar años. Y esperaría mil décadas más por poder volver a hacerlo. Porque nunca sonreí de forma tan sincera al verte, al poder cumplir ese mensaje que prometía abrazarte como nunca antes lo hice. Pero la mitad de ese promesa se desvaneció al oírte decir que tenías que marcharte, pues garanticé no dejarte volver a estar separada de mí. Y una parte de mí se rompió al dejar de nuevo tu mano y no oírte llorar de felicidad al verme. Desde ese entonces has logrado que con haberte visto cinco minutos te eche de menos el resto del tiempo en el que tú no estás; que llore con la idea de volver a verte.

Tu nombre está en mi boca a cada día de mi vida como si pronunciándolo pudieras estar conmigo. Ahora no existo si tú no formas parte de mí. Y es que cada vez que pienso tu nombre a su lado se me escapa un gracias. Un gracias por existir, por salvarme, por querer conocerme y haberte quedado una vez lo has hecho, por ser lo más preciado de mi vida. 351 kilómetros no son nada si tú estás al otro extremo de ellos. Suelen decir que la distancia destruye relaciones pero aquí ha fallado. Aquí ha sido una distancia inútil.

- b.m.

jueves, 9 de octubre de 2014

Continuar con o sin mí.

Se trata de no poder
soltar una sola lágrima,
o permitir que te duela.

Se trata de no querer
castigarse una vez más
o permanecer sintiéndolo.

Se trata de saber que
quieres sonreír por ti
y no por dificultad.

Se trata de pensar que
todo está en tu poderío
sin encontrar nada roto.

Se trata de valorar
cada decisión tomada
con valentía o sin ella.

Es tan fácil percibir
las sombras sin desearlo
y degustar su dolor.

Es tan difícil luchar
para poder continuar
sin lobreguez acechando.

Puedo saber sentenciarme
a matarme sin estima
o abalanzarme al abismo.

O decidir ser heroica
y afrontar lo que mató
esencias como la mía.

- b.m.