sábado, 7 de febrero de 2015

Por ellas.

Una vez visitaron su oscuridad,
no quisieron amar nunca nada más;
su más negro y romántico corazón
logró ser su mejor rasgo a conocer.

La forma en que lamentaba su querer
- al dolor, al tormento, a la herida abierta -
no dejaba lugar al querer actuar
como si nada pudiera enamorarla.

Su literatura, su predilección,
su padecimiento por la esencia humana,
su ansia por destruir el falso personaje,
su ímpetu por incluso amar la amargura.

Lo que ella podía querer extirpar
parecía ser finalmente escoltado
por lo que parecía poder cegarla,
por lo que parecía poder dañarla.

Pero no pareció temer nada de eso,
peor sería morir sin una mano
que no pudiera echar de menos la suya.

Consiguió que se extrañaran sus palabras,
que pudieran querer comprender sus noches
sin ansiar un crepúsculo anticipado.

Nunca más fue obligada a abrir sus luces.
Y en ese mismo instante, su voluntad,
prendió por primera vez una cerilla.

- b. m.