sábado, 21 de marzo de 2015

Esa noche decisiva.

Esa noche sombría oí un grito que nunca quise oír, un grito que desgarró el corazón de un niña inocente. Me asusté tanto que me pareció que las lágrimas estaban a mi lado, mojando mi almohada mientras yo estaba tratando de caer dormida. Sentía como si ya no estuviera en mi cama, como si el fin del mundo me estuviera persiguiendo mientras gritaba mi nombre. Y yo contesté como un tonta. O tal vez como una valiente.

Dejé las sábanas detrás mientras temblaba, temiendo lo que estaba detrás de ese grito. Nunca he visto el pasillo tan eterno como esa noche. Trataba de ir tocando las paredes en la oscuridad, esperando que algo me llevara de nuevo a lo que llamé mi casa sólo un par de horas antes. Un escalofrío jugó con mi cuerpo y no volví a sentir el calor. Me froté los ojos sólo para asegurarme de que ese momento no era una pesadilla, pero sólo vi destellos de luz que me decían que iba a perder mi mente muy rápido porque eso era real. Y de pronto, cuando todos los destellos desaparecieron, reconocí esa ventana en donde las farolas seguían estando encendidas. Finalmente el pasillo llegó a su fin y el horror comenzó.

Las puertas del salón estaban abiertas y entré lentamente, tratando de no despertar lo que hubiese allí; tal vez era sólo el mal, o tal vez sólo un alma atormentada mal. Pensé que las ovejas de mi camisón infantil se cubrían los ojos como yo quería hacer. A medida que iba acercándome vi una figura materna tratando de secarse las lágrimas. Me senté a su lado tratando de preguntar qué estaba pasando, pero las palabras no salieron. "Sólo vete a dormir cielo", dijo con una voz débil. No podía dejar de agarrar su mano mientras ella estaba tratando de dejar de acariciar la palma de mi mano con el pulgar. Yo sabía que no podía hacer nada por ella y eso me dolía aún más. La obedecí y me fui directamente a la cama todavía temblando.

Afortunadamente, cuando cerré mi puerta, otro se abrió. Oí pasos más decididos y más rápidos que los míos. Ellos no temían a la oscuridad como los míos hicieron. Y los gritos comenzaron. "¿Por qué has hecho esto?", dijo una voz fuerte y varonil que se preocupaba por su esposa. "No podía dormir", dijo, "y tomé una pastilla tras otra". En ese momento yo no sabía lo que quería decir pero me asusté de todos modos. Yo me tapé con las sábanas hasta la cabeza porque mi mente inocente pensaba que eso me llevaría lejos. Pero no lo hizo.

De repente oí sirenas. Finalmente entendí lo que presencié. Vi personalmente el infierno de toda hija. Guardé silencio en la cumbre de la tristeza. No quería que otro grito en la casa. Yo quería ser una hija valiente para mi madre desesperanzada. En realidad, yo sólo quería verla ser valiente, pero es imposible tener un sueño en medio de una pesadilla. El llanto comenzó a desaparecer al mismo tiempo en que ella se iba. La casa estaba tranquila, pero ahora era mi cabeza la ruidosa.Intentaba con tanta fuerza no llorar. Un minuto se sentía como una hora y mi cama no era cómoda ya. Ahora era el recuerdo de lo que sentí como un abismo.

Regresó un par de horas después, caminando lentamente por el pasillo. Ella entró en mi habitación con pesar en su cara y se sentó en el borde de la cama. Su boca se quedó sin habla por un momento, pero finalmente dijo: "Lo siento cariño". Cuando terminó esa frase sentí el dolor en la última palabra. "No deberías haber experimentado esto", dijo el dolor, "por favor, no se lo digas a nadie". Le prometí que no lo haría. Y luego se fue a dormir, ahora en su cama, mientras yo no pude dormir durante los próximos meses.

Le prometí que no iba a contárselo a nadie pero, seis años más tarde escribí esto. Yo escribí la noche que marcó una diferencia en mi vida. Yo rompí la promesa pero, después de todo, ella rompió la suya; la promesa de nunca herirme.