viernes, 20 de marzo de 2015

Hoy en día.

"Desearía saber cómo salvar una vida", decía. Y continuó repitiendo esa plegaria una y otra vez, durante todos los días que estuvimos juntos.

Día uno: ese mismo adolescente de ojos verdes que mantenía su cabeza baja en el pasillo me ayudó a columpiarme en el parque mientras mis lágrimas me nublaban la vista. Al principio solo vi unas zapatillas rotas. Al principio él solo vio un corazón roto. Pero eso no nos paró. Hoy en día desearía haber continuado llorando; mis lágrimas se hubieran secado por si solas.

Día dos: recibí un mensaje que jugó con mi cabeza. No le esperaba para que me preguntara cómo me fue el día. No esperaba a nadie para estar ahí para mí. Empezamos a hablar sobre las canciones que nos hacían olvidar el mundo y las películas que nos encantaba ver a medianoche cuando no podíamos caer dormidos. Pero ese mismo día todas las canciones y películas fueron olvidadas: ahora le tenía a él. Hoy en día desearía haber guardado esas canciones en mi lista de reproducción y esas películas en la estantería.

Día tres: me cogió la mano con tanta fuerza que olvidé como respirar. Mis mejillas continuaban poniéndose rojas y mi mente estaba volando con las mismas nubes que contemplamos esa misma tarde en el río. Él continuó apretando mi mano y no notaba la sangre corriendo por mis venas. No sabía porque estaba poniendo tanta fuerza pero no me importó. Hoy en día desearía sentir algo.

Día cuatro: noté a alguien persiguiéndome por la calle cuando salí a tomar un café con mi madre. No quería que se asustara así que me mantuve callada. Cuando miré hacia atrás logré ver una cara familiar que no pude reconocer al principio. Cuando volví a mirar reconocí esas zapatillas rotas. ¿Era realmente él? Le envié un mensaje diciendo que iba a salir. Quizá estaba celoso. Lo encontré bonito. Hoy en día desearía haber notado que ese comportamiento estaba muy lejos de ser bonito.

Día cinco: quise salir con mis amigas al nuevo club. Me puse mi vestido rojo y los tacones que mi mejor amiga me regaló por mi cumpleaños. Me alisé el pelo y me maquillé porque quería sentirme hermosa esa noche. Él no quería que me sintiera de esa forma. Vino a mi casa porque no confiaba en mí y continuó gritando que "sólo quería ser el centro de atención y engañarle". Me arruinó mi vestido nuevo y les envié un mensaje a mis amigos diciendo que no me encontraba bien. No mentí del todo pero pensaron que sólo estaba enferma. Me quité el maquillaje y los tacones. Me puse una vieja sudadera, me recogí el pelo en una cola alta y se quedó en mi casa por esa noche sólo para asegurarse de que no iba al club. Hoy en día desearía haber salido esa noche para bailar por última vez.

Día seis: cuando me desperté la mañana siguiente él estaba furioso. Decidió coger mi teléfono y mirar a quién estaba hablando. Cuando estaba buscando mis zapatillas entró en mi habitación con mi teléfono en su mano derecha mientras su cara se iba enrojeciendo por la furia. Estuve hablando con mi mejor amigo la noche anterior y no estaba satisfecho con ello. Intenté calmarle pero en menos de un minuto noté su brazo en mi cuello. Eché de menos el aire llenando mis pulmones mientras empezó a amenazarme. Su fuerza era demasiado. Mi visión se volvió borrosa y empecé a perder la consciencia. Hoy en día desearía haber luchado esa mañana.

Día siete: mi padre llevaba ese traje negro que le recomendé que se comprara porque le quedaba muy bien. Había lágrimas en sus ojos cuando se levantó y caminó hacia el atril. Continuó llorando una vez llegó ahí e intento leer una letra que nunca creyó que escribiría. La habitación estaba en silencio y mi madre se unió a mi padre en el llanto. La ira pudo con mi padre y empezó a soltar malas palabras al final del discurso. Mi padre quería que esa pesadilla acabara pero él no sabía que mi pesadilla personal terminó esa noche. Hoy en día desearía que supiera que estoy en paz.

"Desearía saber cómo salvar una vida", decía. Y continuó repitiendo esa plegaria una y otra vez, durante todos los días que estuvimos juntos. Hoy en día no deseo que él supiera hacerlo. Sólo deseo que él no supiera como acabar con una vida.

- b. m.